Producir contenidos audiovisuales es una tarea compleja que precisa de la implicación, sinergia y coordinación de todos los recursos tanto materiales como económicos y humanos implicados y en este sentido, la experiencia es un valor al alza y garantía de éxito.
Tanto si hablamos de grandes y complejas producciones audiovisuales como pueden ser programas o series de televisión, como si nos referimos a videos promocionales corporativos de una determinada marca o compañía, e incluso videobooks y videocurrículums, siempre se han de considerar como factores primordiales los valores de profesionalidad y experiencia.
En toda producción audiovisual intervienen diversos elementos en mayor o menor medida en función de sus características propias: guión, fotografía, contabilidad, localización de exteriores, transporte, asesoramiento legal, seguridad e higiene, imagen, sonido, documentación, interpretación, edición, promoción y un largo etcétera. Dada esta amplia y variada cantidad de elementos intervinientes, se deberá contar con profesionales cualificados para cada uno de los ámbitos cuya intervención y coordinación óptima redundarán en el valor de la producción audiovisual. Un valor que vendrá determinado no sólo por la relación entre las funciones del servicio y sus costes, sino también por el hecho de que guste al público al que va dirigido, cumpla las expectativas de la audiencia y responda de forma óptima a la finalidad para la que fue ideado.
En todo ello, junto a la profesionalidad aparece de forma inseparable el valor que aporta la experiencia. Experiencia y profesionalidad redundan en un empeño continuo por mejorar la calidad y esto, a su vez, desemboca en un producto, en este caso la producción audiovisual, de mayor valor y, por tanto, éxito.
En conclusión, no todo vale a la hora de afrontar una producción audiovisual sea de la naturaleza que sea. Contar siempre con los valores de profesionalidad y experiencia desembocarán finalmente en una producción audiovisual de calidad.